lunes, 10 de enero de 2011

LA NOTA DE INICIO QUE NO FUE

Porque no es la nota de inicio, la que da inicio a este blog, así como tampoco lo es el incontenible deseo de poner en papel (?) lo que anda circulando a diario por mi cabeza. En todo caso es el pago de una deuda exclusivamente personal, que tiene que ver con el reclamo de mis capacidades para la redacción por un espacio entre lo tangible, a fines de abandonar ese empolvado rol de potencialidad.

Tras un año donde mucho de lo onírico cobró sentido vital, tal vez por la dosis de realismo inyectada por un compromiso mas directo con lo que me/nos circunda, este 2011 sin el pisotón de estreno aún, me encuentra con ansias, precisamente de esto: abandonar lo potencial. Si es cierto eso de que puedo escribir, pues bueno, a escribir hombre. Si es cierto que podemos tener el mejor año en la conducción del Centro de Estudiantes de Comunicación, pues hagámoslo. Si es cierto que puedo componer canciones que puedan encandilar en una noche de luz baja a todo un público, que se preparen porque esa ha de ser la especialidad de la casa. De eso se trata. Sin darle mucha importancia a la falta, a priori, de garantías en lo que respecta al éxito, he decidido vendarme las restricciones y entrar a jugar con la fortuna de saber que todavía no corren ni 20 minutos de primer tiempo.

En lo que a papel y lápiz refiere, recupero una vieja costumbre sepultada en la mudanza del antiguo local de trabajo de mis padres, donde a mis tempranos 11 o 12, pasaba horas relatando las aventuras de un magnánimo inspector cuya suspicacia y efectividad para descubrir los porqués de un acto delictivo eran implacables; y cuyo nombre de pila me es imposible recordar. Desmerecido olvido para tamaña figura de lucha contra el crimen organizado. En fin, teñido por la lectura de diversas, y por cierto, cortas obras del género policial, el universo paralelo a las costumbres de chico de clase media reacio a la obligatoriedad de asistencia a una escuela de enseñanza técnica, deliraba entre pipas, mapas, pistas, asesinatos de gente famosa, viajes en avión, charlas con enormes cantidades de personajes directa o indirectamente relacionados a los hechos, y mujeres que prendían habanos cubanos.

Por aquellos años (98´, 99'), aparte de una profunda crisis de desempleo, enriquecimiento ilícito inconfesable, y hambre irreparable; solía haber un juego llamado "Carmen" que solo a aquel que recuerde con nostalgia el diskette de 5 y 1/4, le será loable dimensionar lo maravilloso del mismo. Si había algo irreprochable de la globalización para un niño mercedino, era la llegada del "Carmen". Sintéticamente, el juego consistía en perseguir a agentes de la mafia organizada que daban golpes a las fortunas mas increíbles de diferentes países. Severos viajes debía realizar nuestro idolatrado inspector alrededor del mundo tras los rastros difusos de sus perseguidos. El momento de adrenalina máxima se hacía presente cuando la pantalla se fundía en negro y un cuchillo pasaba girando frente a nuestros ojos. Silencio. El "zuc zuc zuc zuc" de su vuelo congelaba el back ground casero y convertía la escena a cámara lenta, instante que solo encontraba fin al clavarse el objeto vil en el respaldar de madera de la cama del inspector. Con el mundo paralizado, atónitos nos mirábamos entre nosotros con mirada enorme, felices de saber que estábamos muy cerca de atrapar a los rufianes. Ese logro fantástico, era motivo de explosión conjunta y de los mas grandes halagos para quien había acertado en la búsqueda. Momentos con esa intensidad, llevaban a mi exceso de imaginación a escribir mis propias ficciones de manera ineludible.

No quiero decir con esto que desde entonces no haya producido nada más, porque de hecho no ha sido así, pero lo que si resulta verdadero es que no existe mucho más registro de antecedentes con ese matiz tan genuino y constante en mi currículum de escritor. Para dar vuelta mi historia, este blog; y para ello, el cambio de actitud. A mis pilas me remito, sin demasiada claridad sobre las temáticas que abordaré, pero sí con la promesa de brindar una subjetividad más a la polémica, de guardar la objetividad como tal junto con los desperdicios de lo desleal, y con la certeza de que Cristina no me pasa un mango por escribir aquí; lamentablemente.

¡Bienvenidos!

Migue Magnasco